Si bien Osvaldo Serna, dirigente sindical y social de la CROC, consiguió frenar los embates de los inspectores de Comercio contra los vendedores populares, éstos rugieron contra Elías, apenas advirtieron su presencia…

“!Elías, la porra te saluda…

El funcionario de la dirección de Comercio buscaba el anonimato al sentir la presión del pueblo dolido por la prepotencia oficial que viola garantías consagradas en la Constitución, por ejemplo, el Derecho al Trabajo.

Es la persecución de siempre contra el comercio popular en la ciudad de Monterrey. Cada tres años, una nueva administración arremete contra las personas con iniciativa frente a la dureza de la macroeconomía que paga salarios raquíticos y miserables pensiones.

Los vendedores de la vía pública son mujeres y hombres que desafían los efectos de la post pandemia, más de dos años sorteando la necesidad de conseguir el sustento, y sólo han encontrado la arrogante actitud equiparable a la Francia previa a la Revolución: si no tienen pan que coman pasteles.

A contrasentido, es comprobable el florecimiento del comercio popular en casi todo el centro regiomontano donde numerosos trabajadores de los llamados informales madrugan para abastecer a los trabajadores que deben llegar temprano a sus ocupaciones en el opulento municipio de San Pedro…

Tacos, tortas, lonches, pan de dulce; avena, café y champurrado, forman el menú con las suficientes calorías para soportar las duras jornadas laborales en la obra o en el servicio doméstico. Ahí, el vendedor callejero es crucial, prueba irrefutable de la utilidad de sus servicios.

A las personas con iniciativa, arrojadas, atrevidas, no se les sanciona o persigue, se les fomenta, pero no enviándolas al “desierto” donde nada se vende. Es criminal apagar la actitud determinada de quienes se atreven a sobresalir en lo que se ha dado en llamar el capitalismo salvaje.

En lugar de sancionar, en el ayuntamiento de Monterrey debe echarse a andar el talento posible para impulsar al vendedor de la vía pública, fenómeno presente en todas las capitales del mundo. Apuesto doble contra sencillo a que los gobernantes en sus viajes ultramarinos se han engullido un “hot dog” callejero, por lo menos.

Los ambulantes fueron directos en su manifestación: ¡Queremos trabajar! ¡Queremos trabajar! ¡Queremos trabajar! Ésta consigna, de profundo sentido común, derrota a la prepotencia oficial que no atina a ofrecer alternativas sensatas para canalizar el ímpetu de quienes, diario, salen a la calle a rajarse el lomo a merced de los elementos y la temible contaminación del aire ambiente.

Que el municipio los quiere “formalitos” donde no estorben…¿A dónde quedó la incubadora de pequeños negocios que había o hay en el edificio de cristal?

Es lamentable que la autoridad intente la “formalidad” con la oferta de locales con rentas que no cuadran con los limitados flujos de efectivo de quien vende algodones de azúcar, hot dogs, papitas, conchitas o chetos.

Entre tanto, Osvaldo Serna, quien encarna el sindicalismo social tiene por delante sucesivos encuentros en el palacio de cristal con miras a sensibilizar, de una vez por todas, al ayuntamiento y permita a los oferentes ganarse, literalmente, la vida, para lo cual les sobran agallas y alegría.

En cuanto a la secretaría del Ayuntamiento, ojalá su titular releyera los propósitos de esa dependencia que, en el portal oficial reza:

Misión

Desempeñar un gobierno eficiente dando cumplimiento a las normas aplicadas. Así mismo ser un gobierno cercano a la ciudadanía, creando entornos de paz.

Visión

Ser un gobierno humano, transparente e incluyente, impulsando una cultura de derechos humanos.

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