Desde hace algunos años, el mundo se ha estado enfrentando a dos grandes desafíos: el covid-19 y el cambio climático. En el primer caso, la pandemia se encuentra en diferentes etapas en diversas partes del mundo. Las naciones más ricas cuentan con sistemas de sanidad y de seguridad más avanzados y se han asegurado suficientes vacunas para acelerar su recuperación respecto de los niveles de producción previos a la pandemia, mientras los países más pobres se han visto en la necesidad de regresar a la producción normal sin contar con la cobertura de vacunación indispensable o mínima para sus necesidades. De ahí que es urgente superar lo que se conoce en el medio internacional, como el apartheid de la vacunación, ya que nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos, pues el virus va a seguir mutando.
En el caso climático, el secretario general de la ONU calificó el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) como una alerta roja para la humanidad. En fechas previas a la COP26 en Glasgow, Escocia, expresó que “las señales de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable”. Las organizaciones sindicales debemos tomarnos muy en serio esos mensajes, porque la industria está cambiando y el mundo del trabajo se transformará de la mano con ella. En este momento se requieren acciones concretas para participar en las instancias de discusión cuando se desarrollen las políticas de transición justa.
En varios organismos globales como en IndustriALL, con más de 50 millones de trabajadores de 140 países, estamos analizando varias alternativas y diferentes proyectos importantes para combinar los retos del calentamiento general y la responsabilidad de las cadenas de suministro. En este último caso se encuentra, a manera de ejemplo, el abastecimiento de baterías para la industria automotriz, que será vital en la extracción de minerales y metales como el cobalto, el litio y el grafito. Como sindicatos de la industria minera, debemos continuar la lucha para obtener mejores salarios y condiciones laborales con un enfoque proactivo, así como desarrollar estrategias sostenibles y de protección a los derechos laborales.
Los desafíos del desarrollo industrial en los tiempos actuales como los casos de la rama automotriz, el petróleo, la minería, las manufacturas y la energía en general, serán la pauta para consolidar la lucha por mejores condiciones de trabajo y mayores niveles de bienestar. Actualmente existen varios retos importantes, tales como presionar a los gobiernos para mantener y proteger los empleos, evitar los despidos forzosos y, de manera muy especial, estrechar la vigilancia y las inspecciones para aplicar los registros y controles en materia de subcontratación o outsourcing, en inglés.
El futuro cercano estará señalado e intensificado por los grandes debates y la aplicación correcta de las leyes sobre subcontratación como lo aprobamos en México, así como los problemas involucrados en el establecimiento de cadenas globales de suministro en forma ordenada, especialmente para garantizar un equilibrio sostenido y eficiente de intercambios entre los diferentes sectores de actividad económica. Obviamente debemos asumir los riesgos que un desbalance podría presentar en la consolidación de un proceso de crecimiento gradual y balanceado. Es decir, el reto mayor será recuperar los niveles de desarrollo con la menor pérdida de empleos y así fomentar la prosperidad entre las regiones, sectores y las clases trabajadoras.
Hasta ahora, con la crisis mundial, las principales empresas han sido las grandes ganadoras, registrando en muchos casos ganancias sin precedente. Es evidente que la distribución del ingreso se ha concentrado más en favor de los mayores intereses económicos y políticos y en contra de los sectores más desprotegidos y vulnerables. Las injusticias han aumentado, la pobreza y la marginación también, pero sobre todo la corrupción que carcome las entrañas de la sociedad y de las naciones. La industria electrónica, el teletrabajo, la digitalización y la rolatización han empeorado y vulnerado a la clase trabajadora en todos los países.
Por ello se requiere, ahora y más que nunca, una nueva estrategia para eliminar o reducir la desigualdad, un sindicalismo diferente que pueda negociar y fortalecer el poder de los trabajadores para crear un justo equilibrio en los cambios y la reestructuración del mundo del trabajo. Una transición social humana que ponga primero y por encima de todo, los derechos de las personas, de las grandes mayorías.
La crisis sanitaria mundial ha cambiado los objetivos y las perspectivas de la clase trabajadora y hoy más que nunca es urgente contar con las ideas, instrumentos de análisis y la solidaridad internacional para superar en los términos más justos posibles estos grandes desafíos de la humanidad. La cooperación y el intercambio de información, experiencias, guías generales y especiales, las reuniones y seminarios presenciales o virtuales, todo ello permitirá asegurar un mejor futuro y una mayor prosperidad compartida sobre la base de los cinco pilares fundamentales del desarrollo con justicia social: a) la garantía de asegurar los empleos y los ingresos; b) el respeto a los derechos fundamentales en el trabajo; c) el más elevado nivel de salud y seguridad laboral; d) el derecho a rechazar o detener el trabajo inseguro, y e) el reconocimiento del covid-19 como enfermedad laboral.
Si lo anterior lo logramos en esa transición justa, entonces daremos paso a una nueva etapa de las relaciones productivas, profesionales, políticas y sociales en beneficio de la humanidad y el paso a la modernidad con justicia, eficiencia y libertad.