Napoleón Gómez Urrutia

Hace más de 200 años que Simón Bolívar juró en las colinas de Roma que no descansaría hasta no ver liberada a su América del yugo español. Bolívar fue un hombre de acción, de mucho carácter y de notable inteligencia y valor. Tuvo una determinación inigualable para continuar luchando por su objetivo, a pesar de tener muchas derrotas que parecían permanentes. Fueron tres ocasiones las que tuvo que intentar liberar a América para que pudiera tener éxito. Como bien dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, no está derrotado aquel que no se da por vencido.

Bolívar tuvo un gran éxito militar; sin embargo, al enfrentarse a divisiones internas, así como a los múltiples problemas administrativos que involucra liderar a un país naciente, no pudo concretar una América unida, con prosperidad económica y social y en paz. El legado que dejó es gigantesco y en estos momentos de la historia están apareciendo líderes latinoamericanos que retoman el sueño de Bolívar, el ver a una América unida capaz de defender sus intereses e interrelacionarse con el mundo en una dinámica de integración económica con total respeto a la soberanía nacional.

Existen muchas cosas que se pueden aprender al analizar la vida y la coyuntura de Bolívar. Una de las más importantes es el no rendirse cuando se sabe que se lucha por una causa justa y digna. No podemos rendirnos ante los embates de los adversarios, la determinación aunada a la astucia podrá vencer los obstáculos que presente la vida.

En lo personal experimenté un sinnúmero de resistencias en mi objetivo de mejorar la vida de los trabajadores de México. Por más negro que se vislumbró el panorama, nunca dejé de luchar y de tener la plena certeza de que un día iba a lograr mis objetivos. Por más negativa que se observe una situación, siempre podremos sortearla con valor, determinación y dignidad.

Otra lección que nos deja analizar la vida de Bolívar es la importancia de la unidad. Cuando Bolívar se dio a la tarea de expulsar a la corona española de América del Sur logró con el pasar de los años amplio apoyo y consenso entre sus compatriotas; sin embargo, cuando se logró el objetivo y quedó la tarea de gobernar en unidad surgieron los egos y ambiciones de sus propios aliados. Es una pena que esta división provocó que su proyecto de la Gran Colombia quedara en mero sueño y que a escasos meses de fallecer en 1830 observó cómo su querida Venezuela (nació en Caracas) se separaba de la Gran Colombia donde él había gobernado la capital Bogotá.

No obstante que han pasado ya casi dos siglos de la muerte de Bolívar, están vigentes muchas de las situaciones y la misma naturaleza de la política y la sociedad en la que se desarrolló el Libertador. Es tiempo de establecer una “nueva convivencia” como bien indicó el presidente López Obrador en su atinado discurso por el aniversario del natalicio del Libertador.

Estamos en favor de la integración económica, pero con total respeto a la soberanía de los pueblos de América Latina. El Presidente apuntó que “nos conviene que económicamente le vaya bien a Estados Unidos” y que podamos establecer bases de intercambio comercial, cultural, social, educativo y de diversa índole, pero siempre bajo condiciones de igualdad. Estamos en favor de fortalecernos económica y políticamente en todo el continente ampliado (Norteamérica, América del Sur y el Caribe), fortalecer nuestro mercado regional y competir con fuerza con las demás regiones del mundo.

En este esfuerzo debemos ser conscientes de la necesidad de establecer una economía robusta que reconozca los derechos laborales, que establezca una protección eficaz al medio ambiente y que respete y vele por las comunidades donde se encuentran las operaciones industriales.

En los momentos que estamos viviendo, de trascendencia histórica, bien haremos en recordar las palabras del Presidente en su discurso del sábado pasado: “Sin el horizonte de los ideales no se llega a ningún lado, mantengamos vivo el sueño de Bolívar”.

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